lunes, 12 de mayo de 2014

Un mes y/o dos semanas más tarde...

Un mes desde nuestra primera (y última) conversación donde me disculpaba por mi comportamiento. Dos semanas desde la última vez que nos vimos.

Una conversación que si no hubiera sido por mi predisposición no se hubiera producido, ni hubiera terminado como terminó. No pretendo echarme flores, hacerme la importante, o merecerme todos los méritos. Nada más lejos de mi voluntad. He escrito en este blog varias entradas motivadas por discusiones, decepciones, desencuentros entre nosotras. Pero la de hoy se distingue de las demás en que esta vez no me sorprende, porque desde que colgué el teléfono lo tenía asumido.

Todo empezó (o acabó, según se quiera ver) en Octubre. Una mala contestación por mi parte, con razones suficientes, pero mala al fin y al cabo. Pasaron los meses, y por mi cabezonería y orgullo no levanté el teléfono hasta Enero. Llamé con la intención de felicitar el año e interesarme por tí y por cómo te había ido en todo este tiempo. Tras 4 meses sin hablar y sin saber la una de la otra, ¿cuál fue tu respuesta? Estabas saliendo de casa y todo te iba bien, adiós. Menos de 3 minutos de conversación.

No volví a coger el teléfono hasta abril, cuando no podía más con la situación. Se avecinaba el momento en que tendríamos que volver a vernos y a mi no me gustan las cuentas pendientes. Fui valiente, para decir todo lo que dije, y no valiente con respecto a tí, por ser la que diera el paso, sino valiente con respecto a mí misma, porque asumí todos mis errores y pedí disculpas, algo que a todos y todas nos cuesta muchísimo. Valiente con respecto a mí misma porque también asumí muchos de los defectos que tengo y que provocaron que llegara la situación hasta ese extremo. Pero también fui un poco.... imbécil. Por soportar durante una hora y media una cantaleta totalmente falsa, llena de mentiras. Imbécil, por pedir hasta 30 veces disculpas por un hecho que ocurrió una sola vez. Imbécil también por no decirte todas y cada una de las cosas que haces (y no haces) que perjudican nuestra amistad. Imbécil por hacer borrón y cuenta nueva cuando sabía que tú no lo ibas a hacer.

Son pequeños detalles los que me hacen actuar como actúo. Te escudas en que no tienes wasap para justificar tu alejamiento. Pero cuando no teníamos eso, ¿cómo estábamos en contacto? E-mail, teléfono, sms... Multitud de formas para seguir hablando y mantener un poco el hilo. Medios que no usas, porque no quieres. Demasiado centrada en tus cosas, demasiado egoísta con tus propias preocupaciones y problemas. Demasiado egoísta con todo lo tuyo, porque ni quieres compartirlo, ni quieres saber nada de los demás. Así vas por buen camino.

Hace dos semanas que nos vimos por última vez, después de nuestra famosa conversación. Tuve que ir mentalizada, porque soy una persona a la que se le nota muchísimo todo lo que me pasa. Pasamos una tarde-noche agradable, en torno a los viejos tiempos, recordando cosas de años anteriores, y todo porque una de las nuestras se va a otro país. Y después... ¿qué? Después no ha habido nada. Ni un mensaje, ni un correo, ni una llamada. Absolutamente nada. Por mi parte tampoco, pero ya no quiero hacer más la imbécil. Porque ese mismo día volviste a tener pequeños detalles que siguen demostrándome lo alejada que estás, y lo poco que te importo. Por que si no te importa cómo estoy, cómo están los míos, qué tal va el trabajo o el no trabajo, qué quiero hacer ahora, o más adelante... es que no te importo.

Esto ya lo tenía asumido desde que colgué el teléfono hace un mes. Y creo que seguiremos así, porque no pienso volver a soportar una hora y media de chorreo, en esta ocasión sin ninguna razón.


No hay comentarios:

Publicar un comentario