martes, 18 de marzo de 2014

De todo un poco...

... y de nada mucho. 

Estas semanas sin pasarme por aquí tienen justificación. 

Ni tiempo, ni ganas de contar nada. 

Pero ha llegado el día. Y quiero escribir. De los pequeños detalles. De los más ínfimos, casi invisibles. De cómo pueden decir mucho más que las palabras o sonrisas más vistosas. Podríamos reducirlo todo a "lenguaje corporal", pero va más allá de los gestos, de la mirada desviada, de tocar el pelo, de cruzar los brazos, de tocarse una oreja, de la caída de párpados o del levantamiento de cejas. Es lo que denomino "lenguaje implícito" o "lenguaje sentimental". Un lenguaje que percibimos por las sensaciones que nos transmiten ciertos comportamiento (o la ausencia de ellos) de las personas con las que nos relacionamos. No negaré que ese lenguaje implícito/sentimental es altamente subjetivo y puede que hasta sugestivo, pero ¿acaso el lenguaje corporal no lo es? ¿Y acaso el lenguaje corriente tampoco?

Utilizar una u otra palabra en una frase, en un texto y en un contexto depende de las experiencias, formación, ideología y otras muchas más características de la persona que la emite. La percepción, entendimiento y significación de la misma palabra también depende de esas mismas experiencias, formación, ideología y otras muchas más características de la persona que la recibe; y que no tiene porqué ser la misma significación que la que asume el otro cuando emite el mensaje. 

Llevarse la mano a la oreja cuando estamos contando algo suele significar que estamos mintiendo. Densos  y numerosos tratados sobre lenguaje corporal contienen esta misma afirmación. Pero puede ocurrir que, lejos de la interpretación que realiza el receptor del mensaje en este sentido, lo único que haya ocurrido es que al emisor le picara la dichosa oreja. 

Por tanto, ninguno de los lenguajes que podemos utilizar en nuestras comunicaciones son totalmente objetivos y claros, porque de serlo no se sucederían a diario malinterpretaciones, malentendidos. Con ello quiero decir que no puede utilizarse esa sugestividad y subjetividad del "lenguaje implícito o sentimental" como crítica para su validez en determinadas situaciones, puesto que ha quedado demostrado que el lenguaje tradicional y el corporal (tan de moda en los últimos años) también pueden llegar a adolecer de esos mismos males. 

El lenguaje implícito, o lenguaje sentimental, no siempre se percibe. Debemos tener una predisposición a detectarlo. Con predisposición no quiero decir, y no contemplo, la posibilidad de llegar a inventarnos o a rellenar "un vacío" de significado. Con predisposición me refiero a tener una actitud interpretativa, o si se quiere, crítica de los comportamiento y energías que otros desprenden. Para explicarme, un ejemplo: 

<<Acabas de salir de una reunión con un compañero/amigo/conocido/familiar en el que habéis comentado cosas quizá importantes. Sales acompañado de tu interlocutor a la calle, y terminas de comentar ciertos flecos que han quedado sin zanjar en tu reunión. Tu compañero habla y contesta, pero camina hacia alguna parte sin decirte que le sigas o le acompañes para terminar de cerrar la conversación. Tampoco se despide de ti, ni deja para otro momento lo que estáis hablando.>>

¿Qué conclusión podemos extraer de esta situación? En el plano más superficial, el del lenguaje formal, sólo podríamos extraer como conclusión lo que se haya dicho. Si nos acercamos al significado del lenguaje corporal, un segundo nivel, menos superficial, podríamos concluir que nuestro interlocutor tiene mucha prisa en llegar a algún sitio que no es en el que nos encontramos. Pero ¿nos quedamos sólo ahí? ¿No hay otras razones? ¿No hay más mensajes implícitos en ese comportamiento (no sólo en la acción de "irse", sino en esa acción revestida de todos los detalles comentados)? A mi entender sí. Y esa significación extra es lo que yo he denominado como lenguaje implícito o lenguaje sentimental, que se encuentra en un tercer nivel de comunicación mucho más profundo, y que no todo el mundo identifica, ni siquiera llega a plantearse su existencia. Para mí ese tercer significado de la escena planteada es el siguiente: "Me importa poco o menos lo que hemos hablado, lo que estamos hablando, y todo lo que gire alrededor de esta conversación"

Algunos podrían volver a la crítica del subjetivismo y sugestión, y dirían que eso ya es cuestión de educación, en concreto de una mala educación. Y yo les contestaría que quizá podrían tener razón, pero la mala educación no implica que no pueda apreciarse ese tercer mensaje implícito, o quizá incluso sea la mala educación la fuente del mismo, puesto que si nuestro interlocutor hubiera tenido un comportamiento ajustado a la norma social de "buena educación", habría esperado a que se zanjara el asunto en cuestión, o se habría disculpado y justificado por tener que abandonar la conversación, prometiendo una nueva puesta en contacto y despidiéndose de nosotros. Si hubiera tenido este comportamiento (buena educación "no sincera", es decir, buena educación falsa, inventada, hipócrita, en-fachada, falaz), ni siquiera con la predisposición o con las alertas para captar "terceros mensajes" podríamos extraer conclusiones implícitas o sentimentales. Por lo que, esa mala educación (sincera, en este caso), es lo que nos ha permitido captar el mensaje; lo que no quiere decir que la no percepción o detección de dichos mensajes suponga su no existencia. Que nuestro interlocutor se hubiera tenido un comportamiento adecuado socialmente (buena educación), ¿impediría de alguna manera que pensara "me importa poco o menos lo que hemos hablado, lo que estamos hablando, y todo lo que gire alrededor de esta conversación"?

No siempre podemos o nos dejan captar el mensaje implícito; otras muchas veces no lo detectamos por falta de predisposición a analizar nuestra convivencia cotidiana; y muchas, muchísimas veces, la gran mayoría del tiempo, no somos conscientes de que nosotros también lanzamos mensajes implícitos. 

Considero que aprender a descifrar este lenguaje sentimental es importante para las relaciones interpersonales, evitará alguna que otra decepción, sorpresa..., llámese de distinta manera según las consecuencias de cada situación. Sólo tenemos que poner atención a los detalles, como dije al principio, incluso aquellos ínfimos, casi invisibles, imperceptibles. Desarrollemos la capacidad sensorial del lenguaje, que la hay.