jueves, 29 de mayo de 2014

De personas que no ves a menudo

y aún así, cuando te acuerdas de ellas, una sonrisa se dibuja en tu cara.

Hoy me ha pasado eso con una persona a la que hace muchos años a la que no veo y con la que no hablo habitualmente. Pero da igual. No sé porqué, no me explico porqué después de tantos años, de tanto tiempo sin saber uno del otro, cuando de uvas a pera cae un mensaje a través de Facebook, nos respondemos como si acabáramos de despedirnos. Nos hemos conocido poco, casi diría que superficialmente. Pero creo que ese corto tiempo hizo que naciera entre nosotros un enorme cariño, que aún a día de hoy y a pesar de los pesares sigue pululando por encima de nuestras cabezas.

No será un confidente, amigo imprescindible. No seré su gran apoyo para los malos momentos. Sólo somos dos personas que coincidieron un tiempo en un momento de sus vidas, y que ese momento, para uno y otro, ha tenido cierto significado. Sólo queda un bonito recuerdo de esos días, un cariño casi injustificado, y un deseo tremendo de que al otro todo le vaya bien. Al menos, es lo que me queda a mí.

Un día, cuando volvamos a coincidir, que estoy segura, ambos nos alegraremos de vernos. Mientras la vida quiera que esto pase, a seguir disfrutando de lo que nos brinda a diario.



lunes, 12 de mayo de 2014

Un mes y/o dos semanas más tarde...

Un mes desde nuestra primera (y última) conversación donde me disculpaba por mi comportamiento. Dos semanas desde la última vez que nos vimos.

Una conversación que si no hubiera sido por mi predisposición no se hubiera producido, ni hubiera terminado como terminó. No pretendo echarme flores, hacerme la importante, o merecerme todos los méritos. Nada más lejos de mi voluntad. He escrito en este blog varias entradas motivadas por discusiones, decepciones, desencuentros entre nosotras. Pero la de hoy se distingue de las demás en que esta vez no me sorprende, porque desde que colgué el teléfono lo tenía asumido.

Todo empezó (o acabó, según se quiera ver) en Octubre. Una mala contestación por mi parte, con razones suficientes, pero mala al fin y al cabo. Pasaron los meses, y por mi cabezonería y orgullo no levanté el teléfono hasta Enero. Llamé con la intención de felicitar el año e interesarme por tí y por cómo te había ido en todo este tiempo. Tras 4 meses sin hablar y sin saber la una de la otra, ¿cuál fue tu respuesta? Estabas saliendo de casa y todo te iba bien, adiós. Menos de 3 minutos de conversación.

No volví a coger el teléfono hasta abril, cuando no podía más con la situación. Se avecinaba el momento en que tendríamos que volver a vernos y a mi no me gustan las cuentas pendientes. Fui valiente, para decir todo lo que dije, y no valiente con respecto a tí, por ser la que diera el paso, sino valiente con respecto a mí misma, porque asumí todos mis errores y pedí disculpas, algo que a todos y todas nos cuesta muchísimo. Valiente con respecto a mí misma porque también asumí muchos de los defectos que tengo y que provocaron que llegara la situación hasta ese extremo. Pero también fui un poco.... imbécil. Por soportar durante una hora y media una cantaleta totalmente falsa, llena de mentiras. Imbécil, por pedir hasta 30 veces disculpas por un hecho que ocurrió una sola vez. Imbécil también por no decirte todas y cada una de las cosas que haces (y no haces) que perjudican nuestra amistad. Imbécil por hacer borrón y cuenta nueva cuando sabía que tú no lo ibas a hacer.

Son pequeños detalles los que me hacen actuar como actúo. Te escudas en que no tienes wasap para justificar tu alejamiento. Pero cuando no teníamos eso, ¿cómo estábamos en contacto? E-mail, teléfono, sms... Multitud de formas para seguir hablando y mantener un poco el hilo. Medios que no usas, porque no quieres. Demasiado centrada en tus cosas, demasiado egoísta con tus propias preocupaciones y problemas. Demasiado egoísta con todo lo tuyo, porque ni quieres compartirlo, ni quieres saber nada de los demás. Así vas por buen camino.

Hace dos semanas que nos vimos por última vez, después de nuestra famosa conversación. Tuve que ir mentalizada, porque soy una persona a la que se le nota muchísimo todo lo que me pasa. Pasamos una tarde-noche agradable, en torno a los viejos tiempos, recordando cosas de años anteriores, y todo porque una de las nuestras se va a otro país. Y después... ¿qué? Después no ha habido nada. Ni un mensaje, ni un correo, ni una llamada. Absolutamente nada. Por mi parte tampoco, pero ya no quiero hacer más la imbécil. Porque ese mismo día volviste a tener pequeños detalles que siguen demostrándome lo alejada que estás, y lo poco que te importo. Por que si no te importa cómo estoy, cómo están los míos, qué tal va el trabajo o el no trabajo, qué quiero hacer ahora, o más adelante... es que no te importo.

Esto ya lo tenía asumido desde que colgué el teléfono hace un mes. Y creo que seguiremos así, porque no pienso volver a soportar una hora y media de chorreo, en esta ocasión sin ninguna razón.


lunes, 5 de mayo de 2014

Competencia feroz

Hace un año, cuando me puse en contacto con la realidad de mi profesión por primera vez, hubo mucha gente, compañer@s de profesión, que me dieron una palamdita en la espalda, me animaron a seguir dando pasos hacia mi asentamiento profesional definitivo, y con una sonrisa de oreja a oreja me decían que contara con ell@s para todo lo que necesitara. 

Todos hemos tenido una primera vez en el mundo laboral. Pero no todos han tenido la sensación de absoluta soledad profesional que me invade cada vez que me enfrento a un nuevo asunto, un nuevo cliente, un nuevo procedimiento. 

Al final todos aprendemos, pero no todos tenemos el mismo camino de aprendizaje. En una cafetería, si no sabes cómo funciona la máquina del café, te lo explican, pones dos cafés, y todos son iguales. En un supermercado, sino sabes cómo funciona la caja registradora, te lo explican y el segundo día das a las teclas sin mirar porque te las sabes de memoria. Una abogada sale de la facultad habiendo redactado, a lo sumo, una demanda en todos sus años de estudio. ¿Cómo se siente una cuando le llega su primer asunto y no sabe para dónde tirar? Sabes la teoría, sabes qué ley tienes que aplicar. Sabes, casi en el primer momento, cuánto de razón puede tener tu cliente y hasta dónde pueden llegar sus pretensiones, pero... ¿Cuánto tardará el Juzgado en darme fechas? ¿Qué clase de documentos me van a llegar a partir de ahora? Y un sin fin de preguntas más, por ejemplo... ¿cómo taso una actuación que no aparece en el libro? ¿qué puedo cobrar de mínimo? ¿y de máximo? ¿es necesario que presente tasación de costas, o me requiere el secretario? ¿este escrito lleva tasa? ¿habrá una vista de ratificación, cuándo?

Y ante todas las dudas del mundo mundial recurres a esa gente que hace un año te decía que podías contar con ella para todo lo que necesitaras... ¿y qué te encuentras? Absolutamente nada. Ni respuesta, ni atisbo de haberla. 

Y te quedas pensando, ¿de qué sirven esas normas importantísimas según algunos veteranos profesionales? Visto lo visto sólo son importantes algunas, pero no todas. Esa parte en la que los abogad@s tenemos la obligación de auxiliar a los "novatos" no se la han leído. No quiero que hagan mi trabajo por mí, sólo pido orientación. 

Una profesión en la que cada nueva incorporación se ve como una competencia, alguien más que te puede quitar a tu futuro cliente, alguien que no tiene ni puta idea. 

Estoy recordando una anécdota muy buena.... Estando en el despacho de una compañera para firmar un acuerdo extrajudicial, la compañera en cuestión llega comentando que acaba de poner una denuncia en comisaría porque le robaron el bolso en un restaurante. Decía que "total... no sé ni para qué me molesto si esto es sólo una falta de hurto". Cuando enumera todo lo que le habían sustraído, empiezo a hacer cálculos mentales (bolso de marca, iphone, cartera con 350 euros, llaves del coche y de casa...). Y con las mismas le digo a mi compañera que efectivamente es hurto puesto que no ha habido violencia, pero que sí merece la pena denunciar porque es un delito y no una falta. Lejos de, en todo caso, discutir conmigo jurídicamente sobre porqué le dí esa respuesta, lo único que hizo fue desacreditarme y humillarme como profesional con una sola pregunta: "¿Y tú eres abogada?". Aún no habíamos firmado el acuerdo, así que necesitaba tenerla a predisposición, así que me tragué lo que le hubiera contestado de ser otra la situación. Sí, soy abogada, joven, sin experiencia, pero al menos aún recuerdo la diferencia entre un delito de robo y un delito de hurto, pero sobre todo sé distinguir entre falta de hurto y delito de hurto, porque parecía que a esta compañera se le olvidó estudiar el artículo 234 del Código Penal. O eso o es que tiene en muy poco estima el dinero que cuesta su iphone, su bolso de marca y sus 300 euros de honorarios que llevaba encima. 

Esta anécdota me subió un poco la moral, ya que me dí cuenta que la experiencia es un grado, pero no es garantía de nada. 

Desde aquí le doy las gracias a tod@s los compañer@s que a diario siguen prestándome su ayuda y orientación, pero también se las doy a los que van poniendo zancadillas, porque provocan en mí un ánimo de superación más grande.