Hoy quiero hablar de situaciones complicadas y difíciles.
Estos últimos meses estoy viviendo una época agitada en lo que se refiere a mi
vida personal (ya que, por desgracia, no tengo profesional). Parece que todo a
mi alrededor está revuelto, como cuando en la playa comienza a montarse oleaje,
mareas y corrientes que te llevan de un lado para otro; y además me siento como
si acabara de salir a la orilla después de estar en ese mar de aguas revueltas,
como con ansiedad, cansada de luchar para salir del agua para poder mirar desde
la arena, y de lejos, qué está pasando. Porque parece que desde dentro una no
se da cuenta de lo que realmente pasa a su alrededor. No eres capaz de ver
todas las olas que te mecen de aquí para allá; y tampoco puedes ver cuánto te
has desplazado desde tu posición original.
Pues es así como me siento. De vez en cuando intento salir
fuera del barullo que se ha formado a mi alrededor y echo un vistazo a los
acontecimientos recientes. Analizo la situación con pretendida objetividad,
aunque a veces necesito ayuda, no voy a negarlo. Después, aunque no sería lo
que más desearía, debo entrar de nuevo en el revoltijo, porque al contrario de
lo que sucede en la playa, en la vida real no puedes recoger la toalla y la
sombrilla y marcharte hasta que las aguas se calmen. Aquí tienes que volver a sumergirte
y seguir nadando hacia… no se sabe dónde.
Pues después de un verano muy ajetreado, repleto de
conversaciones con personas ajenas y no tan ajenas, pero intentando siempre
buscar explicaciones a cosas que no entiendo, que no comprendo; después de
analizar muchas situaciones, y sobre todo, después de dar varias respuestas a
una misma cosa para poder darme cuenta de todas las posibilidades, después de todo
eso he llegado a la conclusión de que, como dice el refrán, que cada palo
aguante su vela.
Sí, porque hay momentos en los que debemos dejar de ocupar
nuestro tiempo en solucionar problemas de otros, de ponernos en el lugar de los
demás, intentar ayudar más allá de nuestras posibilidades, para empezar a
ponernos en nuestro propio lugar, mirar qué nos está pasando, qué necesitamos. Porque
a veces hay que ser egoístas. Porque el egoísmo no tiene por qué ser malo
siempre. Porque a veces los demás llegan a aprovecharse de nosotros, o si no, a
acomodarse porque nuestra buena voluntad lo hace todo por ellos.
Creo que lo voy a dejar aquí, porque son muchas las
distintas situaciones de mi vida en las que tengo que aplicar esta regla.
Aunque lo realmente difícil ahora es que lo apliquen también otras personas.
Nadie entenderá de qué hablo. Pero seguro que más de uno de vosotros estará
pensando que también tenéis que dejar de aguantar las velas de los demás, y
empezar a sostener la vuestra propia para empezar a navegar en la dirección que
deseáis. Os deseo buen viaje.