miércoles, 23 de julio de 2014

De "Un cadáver entre plato y plato" y...

... de lo que llegas a aprender leyendo una simple novela.

"Un cadáver entre plato y plato". Un libro que me llamó la atención únicamente por su título. Paseando por una gran superficie, nos encontramos con la sección de lectura. Mi pareja y yo tenemos la (buena o mala, no sé) costumbre de pasarnos por estos espacios para ponernos al día sobre las novedades literarias y cogemos ideas de títulos interesantes para leer durante nuestro tiempo libre. Aunque he de reconocer que, de todos los tipo o ramas o vertientes literarias que tenemos a nuestra disposición, a mí me tiran mucho más las novelas policíacas o novelas negras. Investigación, muertes extrañas, intriga, conspiración....

Y resultado de esta preferencia que me viene de niña, he llevado prácticamente un año de lecturas apasionantes. Después de conocer la saga de John Verdon ("sé lo que estás pensando", "No abras los ojos", "Deja en paz al diablo", "No confíes en Peter Pan" ) y Glenn Cooper ("La biblioteca de los muertos, "El libro de las almas", "La llave del destino", "La hora de la verdad", "El fin de los escribas"), ha caído en mis manos Un cadáver entre plato y plato de Tom Hillenbrand y me ha sorprendido.

En realidad no me parece una novela extraordinariamente buena, de esas en las que el secreto del argumento permanece oculto hasta las últimas 20 páginas. No es de aquellas que te dejan con la boca abierta cuando descubres el meollo del asunto, ni de las que te quedas sonriendo como una idiota cuando cierras el libro. Pero aún con todo lo anterior... me ha encantado. Creo que la intención del autor no era crear una ingeniosa historia de crimen, sino que pretendía dar a conocer la ciudad que sirve de escenario al libro y su rica gastronomía. Los sucesos "negros" y la historia de una especie de conspiración gastronómica sirven al autor como una especie de autobús turístico que traslada al lector a las calles de Luxemburgo y a sus restaurantes. La historia está salpicada de nombres de platos típicos luxemburgueses, y por su proximidad, también franceses, alemanes e italianos.
El libro te adentra también, aunque de una forma bastante superflua, a la alta cocina y el mundo jerárquico y especializado que es el de la cocina. Puedes aprender, por ejemplo, que para que una cocina profesional funcione debidamente debe existir un orden específico en la manera de disponer los ingredientes e instrumentos; o que existe un electrodoméstico que se llama salamandra que es una especie de "horno al aire" que permite gratinar y mantener calientes los platos.

Lo que me ha gustado de este libro no es tanto la historia negra que cuenta, sino la manera en que el autor consigue (al menos en mi caso) que tan pronto te concentres en la investigación, como que prestes atención a la descripción de la ciudad, para que luego te olvides de todo ello e intentes imaginar el aspecto, aroma y sabor de los platos que va presentando a lo largo de las páginas.

Ahora me he quedado sin nada que leer, así que volveré a mis paseos por las secciones de libros de los grandes almacenes para ver qué puedo pescar.

viernes, 11 de julio de 2014

Seguimos restando a la cuenta

Hace unos meses hablaba de borrón y cuenta nueva?

Y comentaba que no borraba la cuenta, que la necesitaba presente para no volver a equivocarme. ¡Qué bien hice!

¿Sabéis eso de creer estar hablando con una pared? O ¿eso de creer que estás afónica porque hablas y parece que no te oyen? O ¿creer que eres imbécil por estar hablando sola?

Pues eso va restando en la cuenta que ya tenía, se va quedando en números rojos. Ha llegado un momento que ya no cabe más y he dicho BASTA. Basta de intentarlo y ver que por la otra parte no hay ni un mínimo de respeto, de civismo, de cordialidad, de amabilidad, de EDUCACIÓN.

Si tu quieres hacer como que no existo y como que no te interesa lo que te cuento, no te preocupes. No te voy a volver a poner en la difícil situación de tener que contestarme a un simple ¿qué tal todo? No te vas a volver a ver en el compromiso de tener que mirarme y hacer como que me escuchas. Y por todo ello te doy las GRACIAS, porque así yo no me sentiré forzada a sacarte conversación, no me veré en el gran compromiso de parecer que me interesas, me has liberado de una carga enorme.

Por todo lo demás que seguía apuntadito en la cuenta, también te doy las gracias, porque has hecho que me de cuenta de tres cosas: de una gran amiga que no sabía que tenía, de lo que me quiere la persona que tengo a mi lado y me defiende con uñas y dientes, y de lo que soy capaz de hacer por esa persona.

Gracias por la experiencia que me das. Lo único que siento es la forma en que estás jorobando la vida de otra persona, pero que cada palo aguante su vela y que cada burro tire de su carro.